En el corazón de Varsovia, a la sombra del Palacio Sajón, tres genios matemáticos polacos – Marian Rejewski, Jerzy Różycki y Henryk Zygalski – lograron lo imposible. Con determinación y brillantez mental, descifraron una de las claves más complicadas del mundo: la Enigma. El primero en hacerlo fue Marian Rejewski en diciembre de 1932.

Fue aquí, en la Oficina de Cifrado, donde comenzó una operación que cambió el curso de la historia. El trabajo de los polacos en la ruptura de Enigma fue crucial para el éxito posterior de los aliados en este campo y se considera uno de los logros más importantes de la historia de la criptografía.

La Enigma, símbolo de la ingeniería y el secretismo alemanes, se convirtió en un testamento de la inteligencia y la firmeza polacas. Su descifre tuvo una enorme repercusión en el desenlace de la Segunda Guerra Mundial.

Desgraciadamente, el Palacio Sajón, que albergaba la Oficina de Cifrado, no sobrevivió a la Guerra. Fue volado por los nazis alemanes en venganza por el Levantamiento de Varsovia. El único fragmento superviviente que fue reconstruido después de la Guerra fue el punto central de la columnata que conectaba sus alas, donde, desde 1925, se encuentra la Tumba del Soldado Desconocido. Hoy, este lugar es un recordatorio del heroísmo de los que lucharon por la libertad de Polonia.